La vida religiosa en la Compañía de Jesús (los jesuitas), según la experiencia de San Ignacio de Loyola, brota de un deseo de en todo amar y servir, para construir con toda la Iglesia un mundo más justo y humano.
Los hermanos son los que, sin aspirar al presbiterado, consagran su vida y oficio al Reino de Dios por medio de la Compañía de Jesús. Ya sea cocinero, portero, profesor, investigador, arquitecto, médico, científico, o jardinero, el hermano expresa en su alegre quehacer la radicalidad evangélica en el servicio a imagen de San Alonso Rodríguez, S.J.
Por su parte, el jesuita ordenado sacerdote, recibe las órdenes ministeriales con una finalidad apostólica, atendiendo a su vocación específica de servicio a la Iglesia universal y de celebración de los sacramentos propia de los presbíteros. La vocación a la Compañía es un llamamiento personal de Jesús a seguirle al modo de Ignacio y sus primeros compañeros.